Su aventura gastronómica comenzó en Berlín a los 18 años. Decidió hacer un viaje para vivir una nueva experiencia. En la capital alemana, Brendan tuvo dificultades para encontrar un empleo y terminó lavando loza en un restaurante. No sabía que en este lugar nacería su gran pasión: la cocina.
Lo que parecía ser una vivencia de iniciación juvenil, se convirtió en el comienzo de su vida como chef. A pesar de cocinar por diversión desde que era niño, fue hasta ese momento cuando decidió ser un profesional de la cocina. Al volver a Madrid, culminó sus estudios de gastronomía en el Hotel Escuela de la Comunidad de Madrid.
Después de trabajar en diferentes restaurantes, llegó a México hace tres años, específicamente a Aguascalientes, donde demuestra sus dotes culinarias en el restaurante Puerta Grande (del cual es copropietario y chef).
Líder empresarial (LE): ¿Por qué Aguascalientes?
Brendan Otero (BO): Yo estaba trabajando con mi actual socio en Madrid y me dijo: “Oye, ¿nos vamos a México a probar suerte?”. Me comentó y me explicó un poco el proyecto. Entonces, venimos y en menos de tres semanas, ya teníamos el local. Después de cuatro meses, habíamos abierto.
Decidimos Aguascalientes porque es una ciudad que está creciendo mucho, tanto a nivel de población como a nivel económico, y tiene mucho que explotar. Aquí es mucho más fácil comenzar que en cualquier ciudad grande.
LE: ¿ Cuál ha sido tu mayor reto?
BO: Venir a Aguascalientes muy joven y sin tener idea de a dónde iba realmente. Empecé este reto con 25 años y aquí estamos. Acabamos de cumplir tres años abiertos y con más proyectos en mente para abrir más cosas por la república mexicana.
LE: ¿Qué te inspira cuando cocinas?
BO: Sorprender a la gente, que se vayan recordando los buenos platillos que han comido en el restaurante y, por supuesto, el servicio que les hemos dado.
LE: ¿ Cuál es el plato que más te gusta cocinar?
BO: Los platillos que comienzan siendo algo que no se puede comer o es inmasticable y después de dos días cocinándolo, desde el maridaje hasta que se prepara del todo, terminan siendo algo que a la gente le encanta y no tiene nada que ver con el primer momento. Esos son mis preferidos, los que evolucionan a lo largo de la elaboración.
LE: Y si tú fueras un platillo, ¿cuál serías?
BO: Me gustaría ser rabo de toro de lidia, porque significaría que he vivido muy bien durante cuatro años de mi vida; he vivido libre tranquilamente. O si no, sería un platillo de pato salvaje, porque puedo volar, eso es lo que siempre he querido hacer.
LE: ¿Qué consejo le darías a alguien que acaba de comenzar como chef?
BO: Que sea humilde y aprenda; que sea muy paciente, porque es un trabajo muy duro. Cuando todo el mundo está descansando y está de fiesta, nosotros estamos trabajando; pero no hay mayor recompensa que salir a la sala y que el cliente te diga lo agradecido que está por la comida y por el servicio, o salir en algún artículo. Es lo que te recompensa; no te recompensa el dinero, aunque un poquitín sí. Esto es sufrir, sufrir, sufrir; pero el que sufre siempre recibe su recompensa.
LE: ¿Y cuál ha sido el mejor consejo que te han dado a ti?
BO: “Sé humilde y escucha”. La humildad es fundamental en esta vida, es lo primero que hay que aprender. En mi profesión, se aprende diario de gente que no te lo esperas y, de repente, te enseña un truquito que te salva la vida. Todos somos iguales al fin y al cabo. Yo, por ejemplo, gracias a que he trabajado en todos los puestos de un restaurante, sé lo que es cada uno y lo que se sufre. Escuchar es fundamental, tanto a los clientes como a los trabajadores, saber cómo se siente cada uno de ellos. A partir de ahí, uno se hace racional.
LE: ¿Volverías a España?
BO: Nunca debes decir nunca, no se sabe qué puedes hacer. Si mañana me ofrecen abrir un restaurante en Nueva York, pues adiós Aguascalientes, hola Nueva York. Yo creo que sí podría volver, pero de momento estoy en México y el plan es seguir acá.