Al abrir las puertas de su casa, vemos un cachito del mundo de Cinthya Morado: cuadros, múltiples instrumentos (tiene una docena de ocarinas), libreros, plantas. Nos ofrece café, y muestra sus espacios como lo hace en su TikTok. Es así en su música: da la bienvenida a las personas, los trayectos o los objetos sin pedirles nada a cambio.
Nacida en Tepic, Nayarit, Cinthya Morado ha lanzado discos como Pozole de nada (2010), Diminuta(2020) yVi un árbol(2022). En su trayecto ha recolectado afectos, coleccionado objetos y memorias, tejido complicidades. También ha hecho un poco de todo: estudió un año de ingeniería eléctrica, completó psicología, tuvo una sala de lectura y varios grupos de música, ha sido titiritera, teatrera, maestra de secundaria y prepa, así como también madre.
Recuerda el verde del Tepic de su infancia: los vecinos se conocían y cuidaban entre sí, podía caminar con su hermano de regreso desde su primaria, salía a jugar en la lluvia, iba al Pacífico o subía el cerro los fines de semana. En el jardín de su casa tarareaba canciones que no compartía. Lo mismo con la escritura: desenredaba historias e ideas en su cabeza. La literatura y la música han estado presentes, con sus intermitencias, desde entonces.
Tras haber conocido sus primeros escenarios en la iglesia donde creció, empezó a tocar en grupos en la preparatoria. A sus 19 años nació su proyecto, Cinthya Morado, y con una beca del PECDA grabó Pozole de nada. Después de un tiempo, dejó de tocar por un paréntesis de casi seis años.
La literatura y la música
Cinthya se reconoce como indulgente consigo misma; no se impone hábitos, no se juzga ni presiona. Confía en su intuición. Acepta lo que viene y fluye con lo que corre. El primer alejamiento de la música la hizo acercarse a la escritura, sobre todo narrativa. Cuando se mudó a Aguascalientes, hace seis años, volvió a la música. Los puentes, al escuchar su trabajo, son evidentes:
“La canción es parecida al poema. Pienso que es agarrar una gran idea y luego filtrarla, filtrarla y darla, no resumida, sino depurada: la esencia”, comparte.
De tal forma, las canciones, siguiendo la idea de Ingrid Guijarro, con quien comparte escenarios, son “portales”: “Espiritualmente te pueden trasladar a muchos lugares”.
Recolectar afectos
En La seta del fin del mundo, Ana Tsing describe a diversos recolectores que recorren el bosque buscando los trayectos vitales de las setas: ella misma, un anciano nipoamericano y dos mienes de mediana edad. Para Tsing, la búsqueda es un tipo de danza: “Estar en el bosque de ese modo podría considerarse una especie de baile, dado que la búsqueda de los trayectos vitales se realiza a través de sensaciones, movimientos y orientaciones”.
De una forma similar, los espacios (musicales y físicos) de Cinthya reflejan esa recolección como baile. Sus instrumentos, pinturas o fotografías han llegado de diversas maneras: muchos por hallazgo, otros por regalo, otros por decisión.
Con sus primeros grupos, cantaba. Fue incorporando cosas: un triángulo, una melódica, una jarana. Vino la Looper, ese generoso aliado que permite crear secuencias y capas musicales.
“Siento que mucho de mi música se ha ido construyendo con base en las herramientas que tengo en el momento. El hecho de tener una Looper me ayudó a hacer canciones sin saber tocar nada. En realidad, no es que yo sea multi-instrumentista. Tengo muchos juguetes y más o menos le hago a todos”,remarca.
Con los años, se fue haciendo de más teoría musical. Alguien le regaló un ukulele; aprendió a tocarlo. Quiso aprender a tocar batería; la incorporó. Un bombo legüero se apareció en uno de sus viajes. Quería un shekere; lo construyó. Recolecta lo que, por gracia del regalo o la fortuna, aparece en su camino.
Coleccionar objetos y memorias
Juan Villoro, en El libro salvaje, señala que: “Una biblioteca no es para leerse entera, sino para consultarse (…) Lo importante no es tenerlo todo en la cabeza sino saber dónde encontrarlo”. Lo mismo pasa con el despliegue de instrumentos de Cinthya Morado.
“Hay instrumentos que llegan a mí y nunca los he usado. Ahí están y sé que a lo mejor en algún momento los usaré, pero no sé todavía cuándo. Por ejemplo, tengo ahí un acordeón de juguete que me gusta cómo suena, pero cuando he tratado de usarlo digo: ‘No, no me convence’, y lo vuelvo a dejar. En algún momento tal vez lo use. O quizás no”.
Los instrumentos esperan su momento y depende tanto del tiempo propio como del proyecto. Por ejemplo, cuando ha musicalizado cortometrajes u obras de teatro, busca el estímulo específico: puede ser que se requiera una canción, una pieza “como de collage”, un paisaje sonoro o solo un mínimo acompañamiento: “Tengo muchos instrumentos y puedo irlos a consultar a ver si tienen la sonoridad que quiero”.
Consultar a sus autoras
Algo similar encuentra con tres de sus grandes autoras, sus “meras, meras”: Marguerite Duras, Alice Munro y Doris Lessing, que ocupan espacios importantes en su librero. En ellas, por ejemplo, ha encontrado historias sobre la cotidianidad, sobre todo de mujeres, la maravilla de lo minúsculo y también el bordado de la mente:“ven la belleza en las cosas simples y pequeñas. Siento que las tres tienen eso, pero a la vez son muy intensas. como si desmenuzaran los pensamientos de una manera muy detallada”.
Aunque confiesa que ahora lee mucho menos, la literatura aparece constantemente en su música, sea en la construcción de metáforas o como referencia. Por ejemplo, “La naúsea” partió de la lectura de Jean-Paul Sartre, para convertirse en una exploración del cuerpo en abandono: “No tener ni sangre ni linfa ni carne / ni sangre, ni carne / ser sólo frío”.
Tejer complicidades
En gran medida, Cinthya Morado parte de sí misma para crear sus canciones. Ese posicionamiento le ha permitido construir una “Intimidad de lo común”, como la pieza de danza-performance de Silvio Lang, en la práctica de otras personas afines.
Un proyecto significativo en ese sentido fue “Aves de habitación”, realizado con las cantautoras Jimena Inch y Geo Blanc, que reunió a un grupo de talentosas mujeres en la dirección, la fotografía, la iluminación, la producción, etc. Todo partió de tardes de té y anotaciones en libretas, del reconocimiento mutuo, de la confianza y de un proceso de catarsis constante.
“Queríamos hablar justo de una intimidad, de lo que es crear desde la intimidad para después llevarlo hacia afuera”, recuerda.
De tejer complicidades han surgido muchos de sus proyectos: los grupos que nacieron en Tepic tanto en teatro como en música, las giras que ha hecho por distintos estados de la república, o discos como Vi un árbol. Por ejemplo, con Ingrid Guijarro grabó recientemente “Carmelina”, un cover de Toto La Momposina. “Creo mucho en la colectividad y también en usar justo las herramientas que tienes”, afirma.
También ha sido así con su comunidad en Tiktok, con la que Cinthya Morado comparte sus recetas de cocina, sus reflexiones, su música y su cotidianidad. Por ello, apuesta por seguir creando música, realizar giras de forma independiente o no, con la misma hospitalidad con que nos recibió para hablar sobre todo esto.