Alejandro Basáñez Loyola
Autor de las novelas históricas: México en llamas; México desgarrado; México cristero; Tiaztlán, el fin del Imperio Azteca; y Santa Anna y el México perdido, de Ediciones B.
Twitter @abasanezloyola
En Aguascalientes, contamos con una importante avenida llamada Héroe de Nacozari, la cual atraviesa la ciudad de sur a norte como una columna vertebral. En esta ocasión, contaré la historia por la cual esta importante vía lleva tal nombre.
Jesús García Corona nació en Hermosillo, Sonora, el 13 de noviembre de 1881. Fue el octavo hijo de don Francisco García Pino y doña Rosa Corona de García. Don Francisco falleció antes de que todos se mudaran a Batúc.
La familia llegó a Nacozari, Sonora a fines de 1898. Se quedaron en una casa de asistencia en el Barrio del Inclán, en Pilares, zona en la cual se ubicaban las minas. Tres de los hijos varones (Miguel, Francisco y Manuel) consiguieron trabajo en la compañía minera; mientras que Jesús y sus hermanas (Rosa, Artemisa, Trinidad y Angelita) decidieron quedarse a ayudar a su madre en el merendero.
Jesús era un joven alto y delgado, de 1.80 metros de estatura, de tez blanca con pelo trigueño; por eso, se ganó el apodo de El Güerito García. Era un apasionado de los trenes y las locomotoras; aunque también era muy dado a llevar serenata a sus novias, madre y hermanas. Le encantaba cantarles hasta que ellas se asomaran por el balcón agradecidas. No tomaba ni fumaba, pero sí le encantaba amanecerse platicando y cantando al calor de una fogata. Su última novia fue María de Jesús Soqui, con quien ya tenía fecha para la boda.
Cuando cumplió 17 años, consiguió empleo en la minera como aguador de las cuadrillas de reparación de vías. Poco a poco, fue aprendiendo y escalando puestos hasta llegar a fogonero de las locomotoras que hacían el recorrido Nacozari-Pilares. En 1903, el gringo apodado El Chochi renunció como maquinista y Jesús lo suplió con éxito. Así, se convirtió en el primer mexicano que se desempeñaba como maquinista, con tan solo 21 años. Por su gran interés y ahínco, la compañía lo premió al año siguiente con un viaje a la Feria Mundial de San Luis Missouri.
El 7 de noviembre de 1907 amaneció nublado, con frío y pronósticos de lluvia. El Güerito García regresó temprano a su casa para cambiarse. Venía de haberle llevado serenata a su novia con el acompañamiento de Silvestre Rodríguez, músico michoacano, vecino y gran amigo.
Ese fatídico día, la minera les había indicado a los trabajadores del ferrocarril que había que hacer el mayor número de viajes a El Porvenir, porque había mucha producción de mineral en las minas de Pilares. Eran las 11 y solo se habían realizado dos viajes, a pesar de que las operaciones habían comenzado a las 7 de la mañana.
En una de las corridas que le tocaban a Jesús, se percató de que las góndolas cargadas con dinamita fueron erróneamente enganchadas enseguida de la caldera y no en la parte final del tren. No había tiempo para hacer un cambio, por lo cual tomó así la maniobra.
Echó la locomotora en reversa para colocarla fuera de la mina. Tomó la velocidad para librar sin problemas la pendiente y llegar así a la Estación El Seis, donde había almacénes y casas de trabajadores que mantenían las vías. La distancia a recorrer era de aproximadamente un kilómetro de distancia, pero era una subida muy pesada y, en ese momento, el tren se componía de diez carros cargados con distintos materiales.
Para hacer posible la quema segura de combustible, la locomotora contaba con un contenedor, en el cual las chispas eran sofocadas con mallas; pero en esos días no estaba funcionando, pues algunas brasas vivas se escapaban. Precisamente, fueron esas chispas, emanadas del contenedor, las causantes de la tragedia: volaron sobre el motor y la cabina, llegando hasta los dos primeros furgones, cargados con cajas de dinamita. Esto provocó un incendio en uno de ellos.
García descubrió el fuego y se lo indicó alarmado a su fogonero, José Romero. Francisco Rendón, un garrotero que descansaba ese día y viajaba en la cabina de la máquina, removió la caja de dinamita que humeaba en el fondo del furgón, haciendo que el aire fresco atizara peligrosamente la llama.
Jesús ordenó a gritos que abandonaran el tren. Romero declaró que le había dicho que saltara con ellos; sin embargo, les contestó que no podía, pues salvar a la gente era lo primero. Debía a toda costa alejar el tren del pueblo. La locomotora corría en mortal huida y terminó por explotar frente a la zona de mantenimiento de vías, donde el maquinista pereció al instante al ser lanzado como un petardo por el frente de su cabina.
De esta heroica manera, salvó a los habitantes de Nacozari de morir en una catastrófica explosión, la cual fue tan formidable que terminó por desintegrar la máquina completamente. Un estruendo como el de cien bombas sacudió a la población. La onda expansiva quebró vidrios, sacudió las construcciones y fue escuchada a más de diez kilómetros del pueblo.
La destrucción y muerte en el kilómetro 6 fue impresionante. Cuatro trabajadores muertos. Un adolescente de 15 años atravesado por un metal que fue lanzado como una bala. Del almacén solo quedaron escombros humeantes. Dieciocho de los residentes y demás peones fueron heridos y trasladados en vagones al hospital de Nacozari. En silencio, los sobrevivientes removían los escombros del tren: carros y cabinas destrozadas. El motor quedó encajado en un cráter, lejos de las vías. Jesús fue identificado por sus hermanos solo por las botas; de su cuerpo no quedó nada.
En total, murieron trece personas; pero fueron cientos los que García salvó. Él contaba con tan solo 25 años y su novia, conmovida por la triste noticia, murió meses después debido a la depresión.
El poblado ahora se llama Nacozari de García. Jesús fue declarado Héroe de la Humanidad por la American Royal Cross of Honor de Washington. En varias partes de la república mexicana, existen calles o avenidas con el nombre de Héroe de Nacozari en honor a este maquinista.