La Independencia de México, iniciada el 16 de septiembre de 1810, es uno de los eventos más importantes en la historia del país. Esta gesta heroica fue liderada por un grupo de insurgentes que lucharon por la emancipación del dominio español. Su impacto se extendió por más de una década y sentó las bases para la creación de una nación soberana.
Los antecedentes
El Virreinato de la Nueva España, establecido en 1535, mantenía una rígida estructura social. Los españoles nacidos en Europa (peninsulares) controlaban el poder político y económico, mientras que los criollos (hijos de españoles nacidos en América) y las clases más bajas, como los indígenas y mestizos, estaban excluidos de las decisiones políticas.
El absolutismo español y la creciente desigualdad social generaron un ambiente de insatisfacción. La llegada de ideas liberales provenientes de la Ilustración y la influencia de otros movimientos independentistas, como el de los Estados Unidos en 1776 y el de Francia en 1789, despertaron en muchos criollos la idea de una patria independiente.
El Grito de Dolores
El 16 de septiembre de 1810, Miguel Hidalgo y Costilla, un sacerdote criollo, lanzó el famoso Grito de Dolores, que marcó el inicio de la lucha por la independencia. Acompañado por Ignacio Allende, Juan Aldama y otros líderes insurgentes, Hidalgo llamó al levantamiento contra el dominio español. Aunque su ejército estaba compuesto principalmente por campesinos y mal armados, la insurrección se extendió rápidamente por el Bajío y el Centro de México.
Hidalgo buscaba abolir los tributos impuestos a los indígenas y eliminar la esclavitud, lo que atrajo a miles de seguidores. Sin embargo, la falta de estrategia militar y la desorganización llevaron a varias derrotas. Hidalgo fue capturado y ejecutado en 1811, pero el movimiento no terminó ahí.
La segunda etapa
Tras la muerte de Hidalgo, José María Morelos, otro sacerdote insurgente, asumió el liderazgo. Morelos demostró ser un excelente estratega y logró importantes victorias en el sur del país. Convocó al Congreso de Chilpancingo en 1813, donde se promulgó la Declaración de Independencia de la América Septentrional, y se aprobó la primera constitución del país, en la que se establecía la soberanía del pueblo.
A pesar de sus avances, Morelos fue capturado y ejecutado en 1815, lo que debilitó momentáneamente el movimiento insurgente. Sin embargo, pequeños focos de resistencia siguieron combatiendo a las fuerzas españolas, manteniendo viva la llama de la independencia.
El Plan de Iguala y la consumación de la Independencia
La lucha por la independencia se prolongó durante más de una década. No fue sino hasta 1820, cuando la Constitución de Cádiz y la inestabilidad en España debilitaron el poder virreinal, que los insurgentes encontraron una oportunidad. Agustín de Iturbide, un ex realista, se unió a Vicente Guerrero y firmaron el Plan de Iguala en 1821, que establecía una alianza entre criollos y insurgentes.
El 27 de septiembre de 1821, el Ejército Trigarante entró triunfalmente en la Ciudad de México, marcando el fin del dominio español y la consumación de la Independencia de México.
El legado de la Independencia se refleja en la soberanía nacional y en la consolidación de México como una nación libre. A pesar de los obstáculos, la lucha de los insurgentes cambió para siempre el rumbo de la historia.