Nacido en la capital de Jalisco y radicado en la Ciudad de México, Juan Antonio de Labra, uno de los periodistas taurinos más reconocidos, siempre ha tenido una conexión con Aguascalientes. Familia o amigos refuerzan ese vínculo, pero cada año lo atrae una de sus pasiones: los toros.
Durante su estancia en la ciudad por la temporada taurina de la Feria Nacional de San Marcos, con una taza de café como pretexto, el también director de Al Toro México y colaborador de diversos medios conversó con nosotros.
Juan Antonio de Labra es un hombre que se describe a sí mismo como una persona formal; así lo demuestra –con amabilidad y sencillez– presentándose a nuestra cita a la hora pactada en punto, rasgo cada vez menos común en estos días.
Uno de los mejores consejos que recibió, el cual provino de su madre, lo llevaría a elegir el periodismo como profesión: “Escribe como si le contaras a alguien lo que viviste”.
Pone en la mesa del establecimiento sus gafas de sol y un celular al que preferiría no prestarle tanta atención. Se siente cómodo, como si fuera un lugar que frecuentara y, decidido, ordena un café.
“Yo no estoy acostumbrado a posar en fotos”, dice al momento de iniciar la sesión fotográfica. “Nosotros no somos el centro de atención; nosotros debemos estar detrás de…”, comenta refiriéndose a la labor periodística, a la que se ha dedicado durante 30 años.
Uno de los mejores consejos que recibió, el cual provino de su madre, lo llevaría a elegir el periodismo como profesión: “Escribe como si le contaras a alguien lo que viviste”, recuerda. Así, inició escribiendo sobre los toros y luego fue perfeccionando esa elemental práctica.
El instinto como guía
Después de descartar ser torero, piloto, dirigir las empresas familiares, entre otras opciones, ingresó por impulso a la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Para él, los impulsos son poco frecuentes; pero cuando se presentan, lo mejor es seguirlos.
“Me casé de la misma manera. Se suponía que me iban a mandar a España en la revista 6 Toros 6 y le dije a Fernanda, mi esposa: ‘me vuelven a mandar, casémonos el mes que viene’. Sacamos el calendario y elegimos el 19 de febrero. Al final, no nos fuimos y le tengo prometido irnos a vivir a España”, relata entre risas.
“El tema comercial va paralelo al tema editorial; sin embargo, yo no podría estar supeditado a que alguien me compre. Los contenidos no los vendemos”.
Los estudios los llevó a la par de su carrera en los medios. Fiel a sus ideales, concluyó la relación con cadenas televisivas y semanarios importantes, para abrirse camino por cuenta propia. El trayecto, reconoce, no ha sido sencillo; sin embargo, le ha dado muchas satisfacciones.
“Me fui por el camino de las espinas. Hay muchos que se van por el de pegar palos para adquirir notoriedad; es una fórmula muy sabida, son cosas fuertes y la gente las replica. Tienen más eco, pero el mérito es hacerte de un nombre contando las cosas como son, convirtiéndote en un líder de opinión”, reflexiona mientras toma un sorbo de café.
“El tema comercial va paralelo al tema editorial; sin embargo, yo no podría estar supeditado a que alguien me compre. Los contenidos no los vendemos. Vas creando una opinión y una presión con argumentos, ya estoy en la posición de hacerlo. Estoy disfrutando mucho esta etapa porque nadie me dice nada. Me gusta ser el editor. Al final, el editor es el auténtico periodista, es quien determina qué espacio, foto, titular, sección, jerarquizando que es lo más importante y cómo lo manejas”.
Más allá de los toros
Podría pensarse que para un periodista taurino todo gira en torno a la fiesta brava; no obstante, la realidad de Juan Antonio de Labra es distinta. Desde hace algunos años, ha abierto sus horizontes profesionales y sus pasatiempos (la fotografía, la literatura y la escritura).
“Los toros los veo como un trabajo. Me apasionan, pero ya me los sé dormido, de cabeza, al derecho y al revés. Ya procuro rodearme de personas que me dan otro tipo de enseñanzas”, confiesa.
Rehuyendo del ambiente taurino, encontró en el alpinismo un refugio. Su primera montaña fue Iztaccíhuatl: “Me costó, pero me enganché. Se contagia el contacto con la naturaleza, el riesgo, el reto, el llevar tu condición física a niveles deplorables”. Comenta que hasta el momento ha subido, además de la Mujer Dormida, el Pico de Orizaba, la Malinche, el Nevado de Toluca (en México) y Cotopaxi (en Ecuador).
“Los toros los veo como un trabajo. Me apasionan, pero ya me los sé dormido, de cabeza, al derecho y al revés”.
De nuevo, los lentes oscuros protegen su mirada. Su andar tiene un toque de elegancia y misticismo. Durante el recorrido a la estación de radio, analiza cuál es su crónica favorita: la escrita o la oral (transmitida por radio)… “Ambas tienen su encanto”, resume. Antes de pronunciar las primeras palabras ante el micrófono, vuelven a la mente las frases anteriormente dichas, las cuales resumen su ideología.
“El hecho de ser retirado no me cabe en la cabeza. Mientras puedas crear o producir hay que trabajar, mi idea del trabajo es muy especial. Voy por la libre siempre con la complejidad que eso implica: no tengo prestaciones, no tengo un sueldo fijo; hay meses buenos, regulares, malos. A pesar de eso, soy dueño de mi tiempo. De pronto me voy a correr en la mañana al Desierto de los Leones o trabajo hasta la 1 o 2 de la mañana porque hay que entregar algo. Me gusta esa forma de trabajar y creo que el periodismo se presta”.
Agradecemos a Café La Petrona por el espacio otorgado para realizar la entrevista y la sesión fotográfica. |