Por Alejandro Basáñez Loyola, autor de las novelas históricas México en llamas; México desgarrado; México cristero; Tiaztlán, el fin del Imperio Azteca; Santa Anna y el México perdido; Ayatli, la rebelión chichimeca, y Juárez ante la Iglesia y el Imperio.
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En una región conocida como de Martha, nombre de la famosa viuda que cuidaba una amplia extensión de tierras de ganado mayor, en donde se unían dos ríos, el Prieto y el Blanco, Juan Domínguez junto con un grupo de indios que provenían de la Hacienda de Garabato, llegaron pidiendo trabajo y alojamiento, ya que su patrón, el señor Antonio de Bonilla, había fallecido. La viuda los acepta y juntos con el correr de los meses fundan en 1675 lo que alguna vez fue conocido como el Pueblo Viejo de San José de Gracia. Los primeros pobladores vinieron del Cerro de en medio y de Tepatitlán. Efectuaron incontables visitas a la capital de la Nueva Galicia solicitando al gobierno virreinal que le diera a la villita el nombramiento de Pueblo de Indios, con su gobierno propio, escuela e iglesia.
El nombramiento fue concedido con la condición de que se instalaran en la parte baja, donde el llano era atravesado por un río. Sobre el arroyuelo construyeron un puente de siete arcos, parecido al de San Ignacio, y en sus costados se desarrollaron tres barrios, el de Hidalgo, como barrio mayor al sur; el de Patio Blanco y el de Callejón del Muerto, donde hoy se alza imponente el Cristo Roto. Como párroco local del pueblo, condición exigida por Nueva Galicia, se trajo de Aguascalientes a fray Baltazar Fernando de Altamirano, convirtiéndose en el líder espiritual del pueblo.
En enero de 1811, el cura Miguel Hidalgo pernoctó por cuatro días en el pueblo. La razón de su llegada se debió a su huida de la batalla perdida en Puente de Calderón. Al llegar al puente de San José, tuvieron que pasar a las bestias por debajo, ya que el puente no contaba con barandas, y eso asustaba a las bestias por miedo a caer por los lados.
Simón de Lara, oriundo de este pueblo, peleaba con Hidalgo mano a mano, y al huir de Puente de Calderón sugirió al cura que fuera a San José de Gracia, donde estaría a salvo y sería recibido con honores y respeto. El cura de San José de Gracia también había sido compañero suyo en el Colegio de San Nicolás, en Valladolid. Al salir de San José de Gracia, partió hacia la Hacienda de San Blas (hoy Pabellón de Hidalgo), donde sería destituido de su cargo de Generalísimo, por el vengativo Ignacio Allende.
Durante 253 años el pueblo creció y vio pasar por sus callejuelas varias generaciones de gente de campo, que se entregaron en vida para hacer de ese pueblo una villa próspera y autosuficiente para sus familias.
Al comenzar el cuatrienio del presidente Plutarco Elías Calles en 1924, invitó a los gobernadores de los estados a que presentaran proyectos sobre irrigación y camineros. El proyecto de la presa Santiago llama poderosamente su atención, por poder realizarse durante su gobierno y viaja a Aguascalientes el 5 de junio de 1925 para ver su viabilidad. El presidente llega a la estación de Las Ánimas y es llevado al cañón Boquilla de Paixtle, donde el ingeniero Tomás Medina le propone la construcción de la cortina de concreto, ya que por su lejanía evitaría la posible inundación del pueblo de San José de Gracia. El presidente no queda muy convencido del sitio sugerido y después de otros sitios propuestos ordena la construcción de la muralla de concreto en los terrenos del viejo pueblo de San José de Gracia, confiado en que la crecida del agua jamás inundaría el pueblo aledaño. El presidente sonriente y optimista dijo a los ahí reunidos: “Señores, la presa se hará para cuando llueva mucho”, y como presagio, tal como ocurrió con la mítica Atlántida -de la que habló Platón en uno de sus libros-, una vez terminada la cortina en el plazo récord de un año, las fuertes aguas de verano llegaron abundantes como nunca, inundando gradualmente el pueblo y obligando a los pobladores a abandonarlo para siempre. Como mensaje celestial, el 5 de septiembre de 1928, se derrumbó el templo del pueblo por la crecida de las aguas.
A través de anécdotas contadas por el profesor J. Cruz Rodríguez, hombre nacido en 1916 en el pueblo arrasado por las aguas y al que le tocó ver la inundación a sus escasos 12 años, nos damos una idea de lo que acaeció antes de la llegada de la presa. El profesor J. Cruz cumplió cien años en 2016, y se le celebró en grande su onomástico. En su casa guarda una maqueta y planos de lo que fue el Pueblo de Indios antes de la inundación.
Semanas antes de la crecida, se llevaron a cabo acaloradas juntas con los colonos del pueblo, reuniones en las que se les anunciaba que retiraran todas sus pertenencias porque el agua se llevaría todo. Tan fuertes estuvieron esas discusiones, que algunas terminaron en balazos. Los colonos amenazaron con traer a los cristeros para hacerles frente a los constructores.
El río que atravesaba el pueblo era de agua limpia y cristalina. En una parte de la orilla se encontraba el llamado Baño del Padre, sitio exclusivo donde nadaba el párroco. Un poco más adelante, en uno de los meandros del río, había una cueva conocida como la Cueva de los Enamorados, adonde los hombres se llevaban a las novias, la primera noche que se las robaban del pueblo.
En las temporadas de pocas aguas se pueden ver las ruinas de la grandiosa iglesia que quedó a medias, y que debido a la fortaleza de sus muros aún siguen en pie, asomándose tímidamente entre el agua. La gente confunde esos muros con la torre de la iglesia principal, pero ésta quedó muchos metros bajo el agua después de derrumbarse con la llegada del aluvión.
La siguiente vez que visiten San José de Gracia, imaginen esta Atlántida hidrocálida, sumergida bajo las aguas, al navegar lentamente rumbo al imponente Cristo Roto.