En los años de infancia y juventud, dos regalos marcaron el rumbo de Eduardo Gómez Velasco, conocido artísticamente como Lalo Kera: el primero, un disco triple de rock que le dio su madre, cuando él tenía seis años; el segundo, una cámara fotográfica que le entregó su hermano, el pintor ya fallecido Gustavo Villagarcía.
Aquel disco marcaría la historia de un melómano rebelde que cambiaba sus “domingos” y mesadas por acetatos, atraído por las portadas (aunque el disco luego resultara malo). Aquella cámara fue la respuesta a sus intentos frustrados en la pintura y a la consigna del artista plástico aguascalentense: “pinta con luz”. El primer regalo lo hizo pasar desde el rock progresivo y pesado a, en la actualidad, “adorar toda música que sea auténtica”. El segundo lo ha llevado a transitar el camino de las imágenes por varias décadas.
Tras reconocerse desde niño “como un poco inquieto y a contracorriente”, durante sus estudios en Medios Masivos de Comunicación en la Universidad Autónoma de Aguascalientes decidió entrar de lleno a la fotografía. Si bien primero firmaba con el nombre Villagarcía (como su padre escritor y su hermano pintor), respondió en una exposición colectiva a la pregunta sobre su propia identidad: “-Lalo, ¿qué? -Lalo Kera”, recuerda.
“Piel rebelde” o de cómo Carlos Fuentes le escribió un texto de sala
Para montar su primera exposición individual, había decidido tomar fotografías a personas con tatuajes o perforaciones. Iba a las convenciones en Guadalajara o Ciudad de México, por recomendación de un amigo tatuador. Sin embargo, había encontrado cierta renuencia a otorgarle un espacio de exposición a un fotógrafo incipiente.
En la Ciudad de México, al visitar a un familiar en una clínica de rehabilitación, se encontró que el escritor Carlos Fuentes también hacía lo propio. Sin ningún material que mostrarle, se acercó a pedirle su ayuda: necesitaba un texto de sala. Fuentes tomó la pluma y el cuaderno que Lalo cargaba; escribió las frases que ahora recita de memoria:
“Bajan imágenes al mundo, como un inmenso tatuaje, de mares, ríos y montañas. Dios es el gran maestro del tatuaje; el hombre, la piel rebelde”.
El nombre y las fotografías estaban listos; el texto de sala también. Al volver a Aguascalientes, con esa “venia y esa motivación”, pudo realizar su primera expo en una de las galerías de la Casa de la Cultura.
De la espontaneidad intuitiva al zoológico social
Lalo Kera reconoce que su interés siempre ha estado centrado en lo disruptivo. Por ello, muchas de sus exposiciones se han realizado en lugares alternativos como mercados, centros de readaptación, hasta llegar a la galería del consulado de Salt Lake City, Utah, en Estados Unidos. Su trabajo más reciente se puede visitar en la cantina El Puerto de Mazatlán.
A pesar de las dificultades, ha perseguido siempre a la imagen: “yo creo en el modelo de la espontaneidad intuitiva. Soy el fiel representante de la improvisación gráfica”.
En ese sentido, comparte, a lo largo de su vida ha buscado la significación en lo emotivo: “Todo está cargado de emociones; incluso si retratas un paisaje, el paisaje tiene emociones: los árboles palpitan, el sol brilla. La fotografía está cargada de emociones. Yo soy Lalo Kera por eso, porque estoy cargado, estoy lleno de emociones, estoy aquí o allá, en todos lados”.
Además de haber trabajado en diferentes medios, ha sido fotógrafo en instancias gubernamentales, así como encargado de foto fija en diversos cortometrajes. Incluso sus fotografías se han publicado en revistas reconocidas, como la española La fotografía actual.
Actualmente, está centrado en su proyecto Social ZOOm:
“Todos somos parte del zoológico social. Cuando llegan al estudio, hacemos un ‘precopeo’ e intento descubrir, no la fachada del personaje, sino el patio o la azotea, lo que hay detrás de él. En las fotografías ellos se desdoblan, yo ya sé por dónde vamos a hacer esas fotografías. Ahí se mimetizan; tengo bastante parafernalia y utilería para, según el personaje, desdoblar o desarticular al carácter y darle otra armadura”.
Para Lalo Kera, la fotografía (como la vida) es una fiesta: “Invitar a los elementos que quieres que estén en tu fiesta. Tu eres el director de tu propia película; tú eliges quién, tú eliges cómo, tú eres el que orquesta toda la producción de la imagen”.