Pepe Arévalo, conocido como “El León de la Salsa”, falleció después de un mes hospitalizado tras sufrir un infarto cerebral. Pepe dejó una huella imborrable en la música afroantillana en México.
Nacido con un talento innato, a los siete años ya dominaba la guitarra y a los once encontró en el piano su mejor aliado.
Aunque sus padres no estaban convencidos de que la música fuera el mejor camino, él decidió abrirse paso a los 13 años en un programa de radio en la XEB. Esa fue la primera de muchas veces que desafió expectativas.
A lo largo de su carrera, Pepe se codeó con lo mejor del ambiente musical. Trabajó junto a músicos cubanos y mexicanos en escenarios emblemáticos de Acapulco y Ciudad de México.
Acompañó durante tres años a Daniel Santos y por nueve a Toña La Negra, dos leyendas de la música latina. Pero no se conformó con ser un acompañante: formó su propia orquesta, Pepe Arévalo y su Tremenda Charanga, que luego se convirtió en Pepe Arévalo y sus Mulatos.
Este grupo llevó el sabor de la música afroantillana a bailes, teatros, cabarets y a las tardeadas en las calles de la capital mexicana.
Sin embargo, Pepe nunca se tragó el cuento de la “salsa” como género musical. Para él, esa era solo una etiqueta de marketing. Lo que de verdad existía eran el mambo, el danzón, el cha-cha, la cumbia y otros ritmos que interpretó con autenticidad y pasión.
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Su legado musical incluye más de 300 canciones, entre ellas himnos como “Falsaria/Oye Salomé”, “Caballo viejo” y “Tiburón en el malecón”.
Pero su influencia fue mucho más allá de la música: se convirtió en un puente cultural que conectó generaciones y llevó la música afroantillana mexicana al mundo.
A lo largo de su carrera, Pepe fue reconocido por su enorme contribución a la música. En 2023 recibió el galardón “La Clave de la Música”, y su imagen apareció en un billete de la Lotería Nacional, un homenaje a su legado. También fue parte del movimiento “La rumba es cultura”, y hasta el último momento siguió compartiendo su arte en el Lunario del Auditorio Nacional.
Su nombre no solo brilló en escenarios, también lo hizo en El Gran León, un bar de música en vivo que fundó en el Centro Histórico de la Ciudad de México y que luego trasladó a Querétaro. Ahí, su música siguió sonando fuerte, tal como a él le gustaba.
Pepe Arévalo no solo fue un músico excepcional, fue un auténtico embajador de la música afroantillana en México. Su legado sigue vivo en cada acorde, en cada baile y en cada corazón que vibró al ritmo de su Tremenda Charanga.
Hasta siempre, Pepe. El León sigue rugiendo.