Los regalos que Rubén recibía cuando era niño, no eran iguales a los de la mayoría. Su madre se encargó de rodearlo de suficientes libros, revistas y dinosaurios de juguete para alimentar su curiosidad. A los seis años, observó la portada de una publicación científica, en la cual se leía, de forma discreta, ‘paleontólogo de vertebrados’. Esas palabras fueron un presagio de lo que terminaría haciendo el resto de su vida.
Aunque se recibió como biólogo en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, ha dedicado toda su vida profesional a la paleontología. Durante casi siete años, condujo una investigación de fósiles en Coahuila que culminó con el descubrimiento de lo que podría ser un nuevo tipo de dinosaurio.
A sus 49 años, este hallazgo se ha convertido en un motivo para seguir luchando por su profesión. En diciembre de 2016, la revista National Geographic dedicó a Rubén y a su equipo una portada. El número se titula: “Hace 72 millones de años en México: El hallazgo que nos hizo volver la vista al Cretácico”. Esta investigación, realizada por profesionales de talla internacional, materializó el sueño de aquel niño de seis años.
Líder Empresarial (LE): ¿Cómo defines ser paleontólogo?
Rubén Guzmán (RG): No dejar de ser niño, es cuando más te apasionas por los dinosaurios, te gusta soñar y te maravillas con estas especies. Ser paleontólogo es no perder esa capacidad de asombro, de aventurarte. Además de esto, el cuidado en lo que dices es algo importante, debes de ser certero con lo que publicas.
LE: ¿Qué es lo que más te satisface de tu profesión?
RG: Encontrar restos de un organismo que ninguna persona pudo ver. Tener contacto con seres que nos antecedieron y verlos en una reconstrucción es maravilloso; eres capaz de recrear cómo era ese ser y compartirlo con el mundo.
LE: ¿Qué valores demanda este trabajo?
RG: La paciencia y pasión por la aventura. Aunque seas buen investigador o paleontólogo de laboratorio, si no tienes paciencia dentro del campo, lo más probable es que vayas a destruir lo que encontraste. Tienes que apasionarte por la aventura; pero siempre con un buen sentido de orientación, ya que exploras lugares con condiciones adversas.
LE: ¿Tuviste algún profesor que te haya inspirado?
RG: Desafortunadamente, en mis tiempos de estudiante no había paleontólogos en el estado. Sin embargo, durante el mismo periodo, el investigador suizo Oswaldo Mooser Barandun se encontraba en Aguascalientes. Yo lo seguía a través de sus trabajos, una vez casi tuve la fortuna de coincidir con él. Manuel Rodríguez Huerta fue mi maestro de vida; presidente de la Sociedad Astronómica de Aguascalientes, pero apasionado por la paleontología. Siempre me invitaba a conocer trabajos paleontológicos asombrosos.
LE: ¿Quiénes te inspiraron?
RG: Sin duda, el ingeniero Federico Solórzano Barreto. Lo conocí al terminar la preparatoria, un individuo dedicado plenamente a la paleontología. Con base en su colección, se conformó el Museo de Paleontología de Guadalajara. En varias ocasiones, me invitó a participar con él.
Oscar Polaco Ramos fue otro ser importante en mi vida, un biólogo y paleontólogo que trabajó en el Museo Nacional de Antropología e Historia. Compartió su conocimiento con los que se le acercaron, siempre apoyó el talento joven.
LE: ¿Qué viaje recuerdas más?
RG: Los trabajos que hicimos para rescatar el fósil de Coahuila fueron maravillosos. Colaboramos con personas de Alemania, Estados Unidos y otros países del mundo. En estas expediciones vas formando amistades que perduran e incluso te ayudan en lo profesional.
En 2013, viajamos a Bolivia por unas huellas de dinosaurio encontradas en los Andes. Me impactó bastante, recorrimos carreteras de mucho peligro; pero al llegar a nuestro destino nos topamos con un hermoso paisaje.