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Jesús Fuentes Viveros: suprimir el ego para contar historias

Gracias a su trabajo, Jesús Fuentes Viveros ha visitado 53 países. Ha sido fotógrafo de guerra en la Franja de Gaza, en Afganistán, en Kiev o en Apatzingán, Michoacán. Fue secuestrado en Kenia. Carga con un rozón de bala en la pierna y las huellas de dos machetazos en la espalda. Tuvo malaria y durmió en hormigueros de hormiga roja.

Trabajó por quince años como fotógrafo back up para National Geographic, una figura que “entra al quite” en momentos específicos:

“Estás en una lista de espera para cuando el gran fotógrafo no quiere ir o ya está amenazado, por ejemplo, en la Franja de Gaza, en Kiev, en Irak o en Afganistán. Hay un riesgo para los fotógrafos de Reuters, de Associated Press, de distintos lugares. Había un grupo de fotógrafos back up de National Geographic que nos llamaban de Washington para ir a estas asignaciones”, comparte.

Jesús Fuentes es fanático declarado de Star Wars y no tiene redes sociales para mostrar su trabajo. Nació ochomesino, en la Ciudad de México, en 1971; es hijo de un médico y de una bailarina que trabajó con Amalia Hernández por 40 años. “Tenía yo el yin yang. Mi papá la parte lógica y mi mamá la parte artística”, recuerda.

En una familia unida, pero humilde, donde “teníamos para comer y mucho amor”, aprendió de esos dos bastiones:

“La palabra de mi papá era honor y la de mi mamá es cumplir lo que te comprometes, que están muy vinculadas. Mi papá era honor ante todo. Haz lo correcto, no porque quieras hacerlo para que te vaya bien, sino porque es lo correcto. Y mi mamá es disfruta la vida. Ayuda lo más que puedas y deja este lugar mejor que como lo encontraste”.

Durante su infancia, sin saberlo, experimentó una dislexia muy alta. Creció como Forrest Gump, dice entre risas. A la fecha, nunca ha leído un libro y necesita ayuda con sus tarjetas, porque las bloquea al intercambiar los dígitos.

Tenía distintas aspiraciones para cuando fuese grande. Una era ser doctor como su padre, pero la sangre lo hace desmayarse. La otra, alimentada por las revistas de National Geographic que le llevaba su tío, era poder viajar a todos esos lugares que recortaba y capturarlos con su cámara. Decidió estudiar comunicación y, en diversas plataformas, se ha dedicado a ello por más de 35 años.

Fotografía y radio, dos formas de contar

Jesús Reynoso no fue un estudiante de excelencia. Fue el promedio más bajo de su preparatoria. Reprobó fotografía en la universidad y ha ganado premios en Cannes por su trabajo. Reprobó radio y sus inicios fueron en este medio: llegó a narrar seis temporadas para los Rockies, incluso la única Serie Mundial en que ha participado el equipo de Colorado. Reprobó publicidad y ahora tiene una agencia de contenidos llamada La neta tierra.

Al transitar esta diversidad de la comunicación, Jesús Reynoso comparte cómo la radio y la fotografía nos otorgan posibilidades: la imaginación y la máquina del tiempo.

“La radio te da imaginación. Si tú le dices a alguien: ‘imagina el auto que te gusta’, te vas a imaginar tú uno, tú uno y yo otro. Por medio del diseño de audio, puedes crear un universo entero. En cambio, el verdadero fotógrafo toma prestado un espacio de acuerdo a su conocimiento, la ley de los tercios, el obturador, etc., pero tomas un espacio del tiempo para decirle a las personas que no tienen la oportunidad de verlo: ‘esto es lo que existe y podrías ir ahí’. Es una máquina del tiempo”.

Muchas de sus aspiraciones de infancia se han visto cumplidas gracias a su trabajo, como probar el sabor del arroz en China, y sobre todo, “conocer otras culturas y aprender de otras personas”.

El mundo es ancho y cercano

En su labor como fotógrafo de guerra, reconoce el sentido de su trabajo: Tenemos una misión como comunicadores: que el mundo se entere de las cosas que están pasando. Porque somos más los buenos, yo lo creo, y tenemos una misión de comunicar”, comparte.

Su paso por diversas zonas de guerra le ha dejado cicatrices, pero también un fuerte sentido de responsabilidad social: “En un conflicto bélico, la gente se puede defender de un ataque de alguien que te quiere atacar y tienes derecho a defenderte. Pero vivimos guerras de indiferencia en nuestros propios países”.

De ahí que, a su vuelta a México, tras 25 años en el extranjero, se dedique a buscar vías para el cambio. En ese sentido, subraya la importancia de reconocer las fortalezas de nuestro país, pero también sus desigualdades.

¿Cómo hago que la señora que está vendiendo animalitos hechos por ella en la calle se vea digna, mujer, fuerte, poderosa, emprendedora? ¿Cómo hago que ella se vea así?”, menciona.

Suprimir el ego del fotógrafo

Para llegar a trabajar con Lucasfilms, hizo una página que se llamaba iwannaworkwithgeorgelucas.com, en la que subía ideas. Para entrar a Dream Works Animation Studios, acampó afuera; le mandaron a la policía, volvió al día siguiente; le quitaron su casa de acampar, compró otra. Para entrar a National Geographic, durante dos años, ocho meses y tres semanas mandó una fotografía diaria. Los editores le decían que ya estaba en spam y él respondía: “pero me estás leyendo”.

“Yo voy con mentalidad de aprendiz siempre. No voy como el gran fotógrafo, porque no lo soy. Hay un millón de fotógrafos mejores que yo”, afirma. De hecho, Keith Bellows, quien fuese editor en jefe de National Geographic Traveler, le dijo a Jesús que no era un buen fotógrafo, pero sí un buen contador de historias.

Esa cualidad en particular se traduce en reglas de su oficio: no adivinar lo que sienten las personas, sino hablar con ellas. No tomar miles de fotografías, sino esperar la adecuada. No retocarlas, sino entender —como los mayas hicieron o los indios americanos hacen ante la naturaleza— que se trata de pedir perdón, respetar y agradecer:

“En National, te corren si retocas una foto. Tienes que esperar la fotografía adecuada y tienes que pedirle permiso a la imagen. Es una cuestión de respeto”, rememora.

Esa idea de la fotografía como una ofrenda, unida a la responsabilidad social, se unen a otra cualidad fundamental para Jesús Fuentes Viveros: suprimir el ego del fotógrafo.

“Si tú logras quitarle el ego al fotógrafo, harás un buen contador de historias. Si tú logras convencerlo que él no es nadie, la imagen ya está”, cuenta. Por eso menciona que el fotógrafo tiene pocas imágenes y esas son significativas: fragmentos.

“Tú tienes la enorme responsabilidad de decirle al mundo lo que hay y eres un comunicador de eso. Pero no eres un artista. Eres un simple medio. Si él lo logra entender, va a ser el mejor fotógrafo del mundo, porque se va a dedicar a hacer una labor social”, dice.

Con esta trayectoria a cuestas, recuerda con agradecimiento las lecciones que aprendió de sus padres.

“En mi casa había una política: ‘si te caes, nos caemos todos con estilo y nos levantamos’. Me enseñaron a perder desde muy pequeño. Sé perder muy bien. Así que no me duele la derrota”, finaliza.

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