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La fotografía como testimonio: el lente de Donna Oliveros

Foto de Paulina Rosales

En 1975, la ensayista y filósofa Susan Sontag reflexionó sobre el papel de la fotografía en el mundo y aseguró que, mediante ellas, las familias construyen relatos de sí mismas y dan testimonio de la firmeza de sus lazos. 

Décadas después, en México, Donna Oliveros le daría la razón a Sontag, al contar cómo su abuelo documentó la historia familiar, desde que él y la abuela de Oliveros eran novios, a través de fotografías que proyectaba en el comedor de su casa.

Esos momentos y la curiosidad innata de Oliveros hacia las cámaras perfilaron su carrera como fotógrafa.

“Toda esa magia de lo fotográfico me impactó. Me impactó la capacidad documental que tiene la fotografía: yo poder ver a mi abuela, cuando ella tenía 17 años y ver cómo cambió su vida, sus rasgos, su rostro y la forma de relacionarse con el mundo”, señala. 

Foto de Paulina Rosales

Oliveros estudió Sociología en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) y, a la par, se formó con talleres y diplomados de fotografía en su estado natal, en la UNAM y la Escuela Nacho López. 

Actualmente, trabaja como reportera, fotógrafa y editora en El Diario de Querétaro. También ha participado en proyectos como campañas de alfabetización y con organizaciones civiles como Ddeser (Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos en México), al igual que participado en suplementos culturales y proyectos independientes como Saltapatrás.

Retratos, a través del lente de Donna Oliveros

Una mujer de tez morena, vestida con un suéter color rojo intenso, sobresale del fondo gris de una cocina tradicional mexicana. Su rostro, enmarcado por una expresión firme y dura, destaca de la imagen y muestra una de las singularidades del trabajo fotográfico de Oliveros: los retratos.

La imagen está en el feed de su Instagram. La mujer protagonista es Adelaida, habitante de San Joaquín, en la sierra de Querétaro, a quien retrató Oliveros durante un proyecto de alfabetización para adultos. 

Adelaida. San Joaquín, Querétaro, México.
Adelaida. San Joaquín, Querétaro, México. Foto de Donna Oliveros

El carácter documental del trabajo de Oliveros tiene sus antecedentes en la sociología, donde el equipo fotográfico le sirvió como herramienta para documentar sus investigaciones de campo. Ahora, la fotografía es parte esencial de su trabajo periodístico. 

“Yo siempre llevaba mi cámara. Ahí, empecé a hacer algunos retratos. Comencé a documentar sus espacios como un ejercicio para no olvidar todos los detalles que había alrededor y poderlos trasladar a la hoja[…] No me di cuenta que, en ese ejercicio, estaba adquiriendo otra óptica desde lo fotográfico”, señala. 

Oliveros explica cómo la fotografía, desde sus inicios, ha tenido problemas para ser aceptada en la noción de arte y ha peleado por obtener esta categoría. Sin embargo, defiende que diversos trabajos periodísticos han sido reconocidos, no sólo por su carácter testimonial, sino también por su estética.

Un ejemplo de ello es la obra de Enrique Metinides, conocido por sus imágenes de nota roja con tintes cinematográficos. “Sus tomas si bien documentaron momentos muy trágicos de la sociedad mexicana, al mismo tiempo entran en la categoría de lo sublime. Hay fotografías que son impactantes, pero no son grotescas”.

Sin embargo, Oliveros también reconoce el trabajo de los fotoperiodistas locales como Miriam Martínez, ganadora del Premio Alemán de Periodismo Walter Reuters por su fotografía Si le das más poder al poder”.

Café del Fondo. Retrato. Foto de Donna Oliveros

Inteligencia Artificial en el mundo de la fotografía

En la actualidad, la incursión de los formatos verticales en redes sociales o el crecimiento de la Inteligencia Artificial parece que cambiarán el mundo de la fotografía digital. 

Oliveros reconoce que, antes de cerrarle las puertas a la IA, es importante conocer su potencialidad y los aspectos positivos que podrían mejorar el trabajo. No obstante, también reflexiona sobre la importancia de que existan legislaciones sobre el derecho de autor o sobre la imagen, pues esta herramienta tecnológica ya ha sido utilizada para ejercer violencia con la modificación de imágenes. 

Reflexionar sobre la incursión de la IA, expone Oliveros, requiere una discusión más amplia y preguntarse: ¿qué es el arte? A raíz de este cuestionamiento, la fotoperiodista comparte: es necesario que la IA tenga una interacción humana para poder convertirse en una pieza artística. De esta forma, le vuelve a dar la razón a Sontag, cuando la ensayista sentencia que: “coleccionar fotografías es coleccionar el mundo”.

“Yo no creo que la máquina pueda hacer, por sí misma, una pieza. Siempre con interacción con un humano podría crearse arte. De lo que sí estoy segura es que el arte debe de estar atravesado de emocionalidad, de noción del tiempo y el espacio, pero desde lo vivencial, no desde un acervo gigantesco de datos, en el Big Data”, concluye. 

Migrantes. Foto de Donna Oliveros
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