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Sensaciones que conectan: José Ángel Robles

Tú lo editas, porque yo estoy diciendo puras cosas fuera de la pintura”. 

Antes de adentrarse a sus obras; explicar las sensaciones de cada pincelada; la devoción por los paisajes o la reinterpretación de sus pinturas, José Angel Robles prefiere rememorar su travesía que lo encaminó a las artes plásticas.

La conversación ocurre al interior de los talleres que construyó en su casa. El primero está rodeado de cuadros de paisaje, unos terminados, otros a medio terminar. El segundo, dedicado al grabado, repleto de varias herramientas que revelan su destreza artística.

Aunque aparentan desorden, ambos espacios están adaptados para facilitar el proceso creativo del pintor potosino. Por su perfecta iluminación, los cuadros resaltan como si fueran los únicos protagonistas desde cada rincón. 

Mientras conversa, el autor reflexiona sobre su época de psicólogo educativo para escuelas rurales del Estado de México o de su experiencia como profesor en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Zaragoza, antes de inscribirse en la Academia de San Carlos.

Su cambio hacia las artes plásticas, asegura, fue producto del agotamiento generado por las discusiones ideológicas entre sus colegas maestros, pero también por la inspiración que le proporcionaban las conversaciones bohemias con personas dedicadas al arte.

Entre Pátzcuaro, Barcelona y San Luis Potosí: La travesía de José Ángel Robles

En la Academia de San Carlos se especializó en pintura durante un año, pero donde realmente liberó su talento artístico fue fuera de las aulas, mientras trabajó como docente en Pátzcuaro, Michoacán.  En una casa con vista al lago, alejada del bullicio del pueblo y sin la presión de sus maestros, José Ángel Robles se entregó a la pintura sin restricciones ni críticas para capturar las sensaciones de su alrededor.

Después de su experiencia, sin que recibiera pago por sus servicios de docencia, regresó a San Luis Potosí a los 25 años con la intención de continuar su formación artística. Así decidió ingresar al Instituto Potosino de Bellas Artes (IPBA), donde aprendió la técnica de grabado bajo la guía de la maestra Rosa Luz Marroquín.

Un año más tarde, tras recibir su pago, invirtió en cheques de viajero y se lanzó a una nueva aventura: Europa. Su travesía comenzó en los museos de Londres, luego exploró las galerías de París, para después recorrer las ciudades españolas de Madrid y Barcelona, antes de querer llegar a Italia. 

En esa época, fue atraído por la corriente del informalismo catalán, por lo que permaneció dos años en Barcelona sin salir a otro país europeo. Durante este período, destacó con exposiciones de enfoque abstracto en diversos eventos diplomáticos, lo cual le brindó la oportunidad de entablar relaciones con funcionarios de Estado.

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Su regreso a México fue motivado por la falta de recursos económicos. Sin dinero para viajar, logró embarcarse en un buque de Transportación Marítima Mexicana (TMM), donde tuvo que desempeñar de todo, excepto pintar.

Después de navegar alrededor de la Península Ibérica y enfrentar tormentas en alta mar en su regreso a México, José Ángel Robles se dedicó a la creación de paisajes inspirados en el estilo impresionista una vez que regresó a San Luis Potosí.

Aunque la influencia de la técnica abstracta aprendida en Europa le generó conflictos creativos por no alcanzar el estilo deseado, perseveró en su trabajó. Gradualmente, logró encontrar la manera de fusionar ambas corrientes en su obra.

Sensaciones desérticas

José Ángel Robles encuentra su inspiración al conectarse con la flora y fauna de la naturaleza desértica. Entre biznagas, magueyes, mezquites y ríos secos que recorre, capta sensaciones que luego interpreta en colores y atmósferas, pero sin adherirse a temas específicos ni objetos definidos.

Con esas sensaciones plasmó lo verde, lo arenoso, lo rojo. Lo lejano y lo cercano. Sin buscar temas ni objetos específicos, aunque a veces surge algún elemento

Sin siquiera proponérselo, guía al público hacia una experiencia visual e inconsciente de interpretación mediante sensaciones transmitidas en sus obras: Belleza, paz, inquietud, intranquilidad o angustia.

La presencia de un perro o la sensación de turbulencias en un universo abstracto han sido revelados por el espectador, aunque esas imágenes no fueran su objetivo final. 

Para Robles, sentir las sensaciones es el primer paso de su proceso creativo, continúa con el diseño de cuadros sin un tiempo definido para terminarlo y culmina cuando la obra cumple su cometido al ser apreciada e interpretada. 

Las figuras humanas suelen ser poco retratadas para el artista potosino, pero ahí están sus huellas en medio de una inmensidad de colores. Según él, es el espectador quién podrá habitar en el cuadro, recorrer el paisaje, reconocer los signos, así como echar una mirada larga al horizonte para finalmente abarcar toda su obra. 

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