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Miles de fanáticos en el Ángel

Este título suena como a la Selección Mexicana pasando a la siguiente ronda en el Mundial del 2026. Así ha ocurrido en los últimos mundiales, desde el del 70 en México hasta el de 2018 en Rusia.

Esta congregación fanática se dio cita la mañana del viernes 1 de octubre de 1965, cuando cientos de personas se reunieron en el Ángel de la Independencia, y a todo lo largo de Paseo de la Reforma, no por un partido de fútbol, sino para despedir a unos ovnis, que se retiraban de regreso con rumbo a su planeta.

Aunque ahora suene a estupidez o locura, en ese momento tenía todo el sentido del mundo: lo aseguraban un afamado cosmobiólogo, la prensa y la televisión. No había razón para dudar que no  fuera cierto.

Los padres faltaron al trabajo, los niños no asistieron a la escuela, los adolescentes se fueron de pinta, y las madres de familia, junto con otras del mismo clan ovnístico, se dieron cita también en el Ángel para ver el majestuoso desfile aéreo de los platívolos.

A lo largo de Reforma, como si fuera el desfile del 16 de septiembre, todo era fiesta y expectación; cientos de personas con miradas perdidas hacia el cielo, mientras que los carteristas hacían su agosto extrayendo billeteras y monederos de los distraídos contactados.

Este fervor inició en México en 1947, semanas después del histórico avistamiento de Kenneth Arnold en junio de ese año. Influenciado por el impactante avistamiento en Estados Unidos, un mes más tarde salió al aire en México Los Ovnis, objetos voladores no identificados, el primer programa radiofónico dedicado al fenómeno, conducido por el jovencito de tupido bigote y abundantes cejas Pedro Ferriz Santa Cruz (1921-2013). A raíz del programa se reportaron los primeros avistamientos en ciudades como Mexicali y Ciudad Juárez.

Desde ese momento, el fenómeno de los marcianos y sus platillos se apoderó de la prensa y televisión del país. Era el tema del momento en cafés, fiestas y cantinas. En la primera mitad de los años 50, los ovnis ya eran bien identificados por la mayoría de los mexicanos. 

Hasta una canción les escribió Tito Rodríguez, en que se escuchaba con un ritmo pegajoso que venían de otros mundos bailando el ricachá. La recién fundada Ciudad Satélite en las inmediaciones de la Ciudad de México tenía un comercial en la televisión con unos marcianos anunciando el novedoso fraccionamiento desde su platillo volador. Recuerdo una famosa taquería en la colonia Anzures, llamada los OVNIS, que fue fundada por esos años, y desde 1965 ofrece platillos relacionados con la temática.

La popularidad del fenómeno hizo que el joven Ferriz, después de aquel éxito en la radio, también condujera otros programas más como Más allá de la Tierra (1949) y Un mundo nos vigila (1950). Al año siguiente, este último se convirtió en un programa de televisión en la naciente y futura Televisa.

En esa misma década, en California, George Adamski afirmó haber sido abducido por un gigante alienígeno venusino. Dicho suceso originó el nacimiento de decenas de “contactados” más en los años siguientes en distintas partes del mundo. No pasó mucho tiempo para que México también tuviera el suyo.

En agosto de 1953, en una carretera de Ciudad Valles, San Luis Potosí, el taxista Salvador Villanueva se convirtió en el primer contactado mexicano, mientras realizaba un viaje hacia la frontera.

Villanueva narró su experiencia alienígena en el libro Yo estuve en el Planeta Venus. En él describe al venusino que le ayudó a arreglar una descompostura de su taxi y lo llevó a conocer Venus. Años después que la ciencia mostró cómo eran verdaderamente Venus y Marte, la historias de ciudades magníficas y extraterrestres civilizados se fueron por los suelos.

En 1957, año del terremoto que tiró el Ángel, la prensa mexicana reportó avistamientos en diversas ciudades como el DF, Chilpancingo, Tampico, Poza Rica y Cacalilao, una ranchería al norte de Veracruz en la que, según el periódico Excélsior, más de cien personas vieron un platillo del tamaño de un autobús de pasajeros sobrevolar las instalaciones petroleras  del poblado. El fenómeno fue cobrando fuerza hasta llegar a su clímax a mediados de los años 60.

Aguascalientes, Baja California, Guerrero, Guanajuato, Hidalgo, Morelos, Sinaloa, Oaxaca, Veracruz y otros estados contaban con avistamientos e historias sobre alienígenas y sus aparatos voladores. La prensa, la radio y la televisión cubrían la noticia, hacían conjeturas descabelladas y presentaban sus teorías a un público que, a diferencia de la década de los 50, ya no veía a los alienígenas como los buenos hombrecitos del cosmos.

El diario Novedades reportó en julio del 65 la presencia de dos puntos luminosos en el cielo de Chilpancingo, Guerrero; y un veloz ovni en Ixtepec, Oaxaca. En Salamanca, Guanajuato, se reportó la caída de un ovni en las montañas. Curiosamente nunca se encontró el platillo siniestrado. Aterrados automovilistas reportaron haber sido perseguidos en carreteras solitarias por potentes luces sobre sus vehículos.

Es importante aclarar que esta oleada no era solo de México; eventos similares ocurrieron en distintos países del mundo. Ni la Antártida se salvó de la presencia alienígena en sus helados cielos.

En México causó revuelo un apagón en Cuernavaca, donde uno de los afectados fue ni más ni menos que el Secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, futuro presidente de México (1971-76) y el más longevo (1922-2022) gobernante en la historia de nuestro país.

El 23 de septiembre de 1965, Echeverría disfrutaba de su fiesta en compañía de familiares y amigos como Amalia Hernández, organizadora de los bailables “típicos”, Emilio Riva Palacio y el general Enrique Vega, cuando ocurrió un impresionante apagón que sumió a Cuernavaca en las tinieblas. Echeverría y sus invitados fueron testigos, desde el amplio jardín de su casa de campo, como lo fueron todos los cuernavaquenses, de una luz brillante de enorme tamaño que durante dos horas iluminó gran parte de la ciudad, refulgiendo entre  el color plateado y el rojo escarlata.

Al ver la magnitud del evento, otro vecino se unió a la fiesta de Echeverría para comentar sobre el singular evento. Este vecino era don Jesús Reyes Heroles, en ese tiempo director de PEMEX.

En una entrevista en la que la periodista y escritora Laura Castellanos hace al investigador Gustavo Nelín, él le revela que “en una subestación de la Compañía de Luz y Fuerza, cercana al hotel Casino de la Selva, algunos trabajadores vieron a un ovni bajar y chupar la corriente. Eso provocó el cortocircuito, haciéndose un arco de luz muy grande que iluminó el cielo”.

A partir de julio de 1965 se registró un aumento considerable en los casos de pánico desatados a causa de los avistamientos OVNI en varios estados.

Unos alumnos del IPN reportaron el aterrizaje de un ovni a la medianoche del 11 de agosto de 1965 en los jardines del IPN en Zacatenco. Los hermanos Rodríguez Díaz, junto a su amigo Jorge Rueda Navarro, contaron cómo descendió de aquel platillo un extraterrestre, invitándolos telepáticamente a abordar su vehículo. Era alto y con el cabello platinado; muy parecido a los hombres de Adamski. Les tomó tan solo tres horas en ir y regresar a la casa del alienígena en  Ganímedes. Estos muchachos fueron cómicamente choteados como “los burros blancos en Ganímedes”.

Para septiembre, era común que los teléfonos de los periódicos, la policía y el Observatorio Astronómico Nacional estuvieran saturados con llamadas de auxilio o pidiendo información sobre los invasores del espacio. 

El terror aparentemente terminaría gracias al contactado Clemente González Infante, un pintor que decía estar en contacto con venusinos. Estos le indicaron que a las nueve de la mañana del 1 de octubre desfilarían dentro de sus naves desde la Villa de Guadalupe hasta la glorieta del Ángel de la Independencia. El desfile aéreo sería para despedirse de los mexicanos en su viaje de regreso a Venus. Una prueba de poder y de paz, que sería muy bien acogida por los afortunados mexicanos.

Un sujeto de nombre Aharon Aray Amath, supuestamente presidente de la Asociación de Investigación Astrofísica, fungió como vocero de “don Clemente Ovni” ante la prensa mexicana. Este hombre no era un desconocido cualquiera; ya se había ganado el corazón de los lectores del periódico El Universal, al crear un mapa con la trayectoria OVNI del DF a California, además de aclarar que los extraterrestres eran venusinos, no marcianos. Si un “científico” del calibre de Aharon Aray Amath decía que habría un desfile de ovnis venusinos, seguro era cierto y había que estar ahí.

Como refuerzo a lo anterior, don Aharon fue invitado al programa televisivo de Paco Malgesto, El Club del Hogar, donde recalcó que “a su paso los ovnis levantarían automóviles del suelo por medio de la energía magnética”. ¡Y si en la televisión fue dicho, es que así ocurriría!

Como era de esperarse, cuando los mexicanos acudieron a la cita ovni de aquel 1 de octubre en el Ángel para despedir a los venusinos, las cosas se salieron de control y el desfile alienígena terminó  en un reverendo desmadre.

La mayor parte de los espectadores eran estudiantes que se habían ido “de pinta”, pero también había oficinistas y curiosos de ocasión, que atisbaban seriamente tras sus prismáticos y cámaras en espera de la formación de los objetos lenticulares en los cielos defeños. Las crónicas y fotografías del evento muestran a la Capilla del Cerrito en la Villa y al Ángel de la Independencia, atiborrados hasta el tope de curiosos, como cuando entró Madero a México en junio de 1911.

Con el paso de las horas y viendo que los platillos voladores no llegaban, la muchedumbre se desesperó. Los adolescentes comenzaron a empujarse, a aventar basura a la gente, a golpear vehículos, a faltarle el respeto a las jovencitas seguidoras de los venusinos. Los más osados empezaron a trepar a los monumentos y montarse en los hombros de los héroes que nos dieron patria. Los jardines de gladiolas terminaron destrozados a pisotones.

Los platillos volantes nunca aparecieron por ningún lado, pero sí las patrullas y julias con medio centenar de furiosos azules, que llegaron a macanazo limpio a restablecer el orden. Al pintor de brocha gorda Clemente González Infante y al cosmobiólogo Aharon Aray Amath parece que los raptó algún ovni, porque desaparecieron luego del fraude.

Por: Alejandro Basáñez Loyola

Autor de las novelas de Ediciones B: México en Llamas;  México Desgarrado; México Cristero; Tiaztlán, el Fin del Imperio Azteca; Ayatli, la rebelión chichimeca; Santa Anna y el México Perdido; Juárez ante la iglesia y el imperio y Kuntur, el Inca de Lectorum

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